Pbro. Lic. Marcos Rodríguez Hernández
Diócesis de Xochimilco
Comentario al Evangelio
Llegamos al cuarto domingo de adviento, en medio de las ferias mayores, vividas todavía en nuestra patria con gran intensidad a través de las posadas. En la liturgia de este domingo se nos presenta el texto de la visitación. Quisiera que a partir de este texto meditáramos en tres elementos:
1. La visita. Este texto se enmarca en lo que preparamos y celebramos en este tiempo: Dios visita a los hombres. En el original griego dice que María se Levantó, un verbo con una carga teológica importante, pues se puede inferir en camino a la resurrección; María se levantó como una criatura nueva, pues fue tocada por la sombra del altísimo. La visita es siempre para ayuda del otro; Dios viene a ayudar al hombre en su fragilidad, a encontrar el modo de que se sienta acogido, como Isabel, que se llena del Espíritu Santo.
Así, las dos mujeres son tocadas por el Espíritu: una es portadora de la salvación; otra siente a su hijo saltar de gozo, es la misma acción de Dios que debe alegrar a los hombres, como lo experimentamos la semana pasada. En esta visita también se reconoce la indignidad: ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? ¿Quiénes somos nosotros para que el Señor una vez más cumpla sus promesas entre nosotros?
2. La fe. Por ello Isabel no solo ensalza la visita de su prima, sino también su fe: Dichosa tú que has creído, por que se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor. La fe ha sido quien movió a María a aceptar ser la madre del Mesías; quien la movió a ir a visitar a su prima, a ponerse a su servicio en la parte final de su embarazo. Es la fe que nos debe mover a nosotros a imitar a María, poniéndonos en movimiento para ser también portadores de la salvación.
3. La acción de gracias. Si bien el texto del evangelio de este domingo no lo pone, bien sabemos que el pasaje continúa con el bellísimo canto del Magnificat. María pone sus palabras no en sus acciones, sino en la forma que Dios ha mirado su humillación.
Ante la cercanía de la Navidad, nuestro corazón debe estar listo para la recepción de la gracia que el Señor quiere derramar en nosotros, pero también para ponernos en movimiento: ¿Cómo vamos a agradecer este don a Dios, que una vez más nos ha mirado con misericordia?
Estamos también por iniciar un nuevo jubileo, centrado e la esperanza, que hemos profundizado en este tiempo de preparación. La esperanza siempre es la que sostiene la fe, porque en ella podemos ser pacientes a la acción de Dios. El jubileo también deber ser un momento de renovación interior y de poder llevar adelante el proyecto de Dios que tiene para nosotros.
Dios nos ayude para que podamos siempre estar en movimiento, fortalecidos en la fe, y portadores de esperanza en nuestra peregrinación personal y comunitaria. Aprovecho la ocasión para desearles a todos una santa y serena Navidad. Que el Señor que ha querido nacer en Belén nos regale los dones que necesitamos.
¡Bendiciones!